Despertar en una
cama extraña después de un día extraño. Y mirar por la ventana de una
habitación que no es la nuestra y descubrir un paisaje familiar y extraño. Y
sentarse en la cama un momento, sintiendo una vaga sensación de desconcierto,
no recordar por un momento el por qué, ni el para qué ni el desde cuándo ni el
hasta cuándo. Sentirse vivo y a la intemperie. Tal vez eso sea lo mejor de cada
viaje.
(fotos del autor)
(fotos del autor)
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