viernes, 26 de septiembre de 2014








CAMPAMENTO













Agosto, ya no sé que día.

Doce de la mañana. Todo tranquilo. Me paso por las tiendas. Casi todos se han ido ya y los que dormirán hoy aún no han llegado. De momento poco trabajo en la oficina. Los que vienen de paso tienen prisa. Sacan la credencial, se la sello, se despiden y siguen andando. Otros tienen previsto hacer un día de descanso. Con esos puedo hablar un rato. Me cuentan cómo les ha ido hasta ahora. Algunos consejos sobre lo que les falta. Si hay suerte el domingo, cuando vaya a Santiago, me tropezaré con alguno de ellos. Me saludarán en la Plaza del Obradoiro. La sorpresa y la alegría será mutua. Esas cosas animan. Esta tarde el jeep de la Guardia Civil traerá a algunos tocados. Gente reventada que ya no puede dar un paso más. Les daremos las literas reservadas para enfermos y exhaustos. Las tiendas militares son grandes. Pero hay días que se juntan mil personas, se dice pronto, y todo el campamento se queda pequeño. Hoy es un día tranquilo. Si todo sigue así esta tarde podré ir un rato a la piscina. Vendrá el encargado y los voluntarios tendremos nuestro merecido descanso. Antes de volver al alberge, para dormir, nos daremos otra vuelta por las tiendas. Veremos si han seguido las normas y se han organizado bien. La oficina de información cierra a las diez. El campamento no cierra nunca. Por las noches está muy animado. A veces me siento en la escalinata del puente y lo miro durante unos minutos. Me siento orgulloso de lo que he hecho. Ayudar a los que viajan es casi tan bueno como viajar. De vez en cuando el encargado nos lleva con su todoterreno, para ver alguna fuente cercana, para comprobar que los carteles están en su sitio, que el camino está en buenas condiciones. Después, cuando en la oficina me preguntan, yo puedo contestar mejor las preguntas. Es curioso, yo nunca he hecho el camino. Conozco una etapa, la que cruza el valle, y he recorrido en coche o en autobús toda la parte gallega. Pero andar, lo que se dice andar, no habré andado más de dos o tres kilómetros. Ese es un asunto pendiente. Por eso, esta noche, cuando cerremos la oficina, cuando nos despidamos entre risas y bromas, me pararé en los escalones del puente. Y miraré al campamento. Y pensaré otra vez que el año que viene volveré, pero para estar allí, en una de esas grandes tiendas que nos ha prestado el ejército, como un peregrino más. Ayudar a los que viajan es casi tan bueno como viajar. Ayudar a los que ya no pueden viajar más, porque su cuerpo no da más de si o han tenido mala suerte, es muy reconfortante. El Camino engancha. Y saber que es duro y ver esa dureza con tus propios ojos no refrena el deseo. El año que viene volveré.


(fotografía del autor, texto perteneciente al libro de relatos "Gente busca gente") 


martes, 23 de septiembre de 2014





"Falocracia", comprimido nº 2.









Entre la vida y la literatura elijo siempre la literatura. La literatura es una mentira pero la vida es una estafa.


La mitad de lo que yo he hecho en esta vida lo he hecho para castigarme a mí mismo y a los demás, y la otra mitad de lo que he hecho en esta vida lo he hecho para perdonarme a mí mismo y a los demás.



Toda la vida aguantando insultos y desprecios y cuando enseñas los dientes te llaman perro rabioso.


Ser escritor: escribir un gran libro, y destrozarse.


¿Cómo sigue la vida después de la vida? ¿Cómo sigue la muerte después de la muerte?


Escribir sólo es una forma de curar mis heridas para poder seguir haciéndome daño.



Después de la infancia sólo hay decadencia. Pero aún hay un momento de heroicidad, un canto del cisne: cuando el adolescente se toca su fondo. (A mí me llegó tarde ese momento. Y luego me pasé demasiados años intentando perpetuar esa sensación.)


Guárdate siempre tus miedos para ti. Si se los cuentas a alguien se convertirán en sus miedos, además de seguir siendo tus miedos.


Equivocarse sólo sirve para aprender cuál era el buen camino cuando ya has pasado el desvío y no hay ninguna posibilidad de volver atrás.


Desde las rocas toda el agua del lago parece azul.



La salida del túnel es siempre la noche.


Cuando un hombre es incapaz de seguir los deseos de su naturaleza más íntima está acabado, aunque tenga 20 años y la vida por delante. Cuando un hombre es incapaz de enfrentarse a las exigencias de su propia ambición está vencido, aunque aún no haya empezado a luchar.


Todas las escaleras que he subido me han hecho bajar al infierno.


Todo capitán tiene derecho a hundirse con su barco. Todo capitán tiene derecho a hundir su barco.


¿Por qué he sido un adicto al sufrimiento? Muy sencillo: el sufrimiento es más intenso que el placer.


A veces la única manera de avanzar es retroceder.


Complacer a los demás es ser devorado por ellos.



Uno llega a la categoría de maestro cuando no necesita realizar sus obras, sólo retocarlas, y uno llega a la categoría de genio cuando no necesita retocar sus obras, sólo firmarlas.






He vuelto sólo para comprobar que mi tumba está vacía.



Tal vez no tenga el talento de un genio. Tal vez no tenga su disciplina. Pero estoy seguro de tener algo, uno de los atributos de la genialidad: la impaciencia.



A veces me equivoco sólo para comprobar que tengo razón.




La tarea de un naufrago es mandar mensajes en botellas. La tarea de Dios es hacer que estos mensajes lleguen a alguna parte. ¿Y si Dios no existe? Si Dios no existe habrá que rezar a las olas.



Estoy excavando un túnel que se va derrumbando a medida que voy avanzando.




Un hombre únicamente tiene dos maneras de fracasar. Hacer lo que los demás quieren o hacer lo que él quiere. Curiosamente se tiende a pensar que fracasar del primer modo es mejor que fracasar del segundo modo.



¿Cómo no ser terriblemente vanidoso cuando uno va a ser condenado por ser distinto?



Los malos escritores viven de sus libros. Los buenos escritores viven para sus libros.



Los malos escritores escriben para los que están. Los buenos escritores escriben para los que vendrán.



Dicen que la venganza es un plato que se ha de servir frío. El problema de los vengadores es que si se esperan a que se enfríe el plato, cuando van a vengarse ya no se acuerdan de ellos ni sus verdugos.




La mitad del mundo es culpable y la otra mitad está dispuesta a ejecutar la sentencia.



¿Qué es un buen libro? Los libros que citaría enteros.



Quien renuncia a sus sueños. Se ve obligado a cumplir los sueños de los demás. Y cuando finalmente fracasa, su fracaso es doble.



Llevo muchos años amortizando mis defectos y despreciando mis virtudes.


Sólo hay una cosa peor que no leer: no escribir. Sólo hay una cosa peor que no escribir: no viajar.


Un escritor no vive, investiga la vida, del mismo modo que un forense no muere, investiga la muerte. Un escritor vive apartado de la vida, aunque viva muy cerca de ella, y a veces, si las circunstancias lo requieren, se puede mezclar con la vida, como un policía se puede mezclar con delincuentes, pero no por ello deja de ser un policía.


Un escritor tiene que trabajar por la noche y dormir por el día. Un escritor que se acuesta a las diez nunca será un buen escritor.


Un escritor tiene que tener un vicio, y ese vicio tiene que ser cuanto más público y notorio mejor. No hay mejor tarjeta de presentación para un escritor que su vicio.


Un escritor tiene que vivir solo, incluyendo en su soledad, si lo desea, a mujeres, niños, mascotas y plantas. Un escritor que viva acompañado será como un vampiro que no se refleja en el espejo.


Un escritor tiene que tener sólo una norma: todo vale. En la hoguera de la literatura toda leña es buena.



Un escritor debe tener dos libretas. En una debe anotar cuidadosamente a quien desprecia y en la otra debe anotar cuidadosamente qué hace cada día para poder considerarse a si mismo escritor. Un escritor sin desprecios y un escritor que descuida un sólo día su trabajo de escritor nunca será un buen escritor.


Con una línea al día es suficiente. El trabajo de escritor no se mide por la anchura sino por la profundidad. Las grietas más peligrosas son las más estrechas.


Un escritor tiene cosas más importantes que hacer que ordenar una mesa. Pero un escritor con la mesa desordenada nunca será un buen escritor.


Un escritor tiene que buscar la fama con todos sus recursos, como un perro que olfatea su presa, y tiene que huir de la fama con todas sus fuerzas, como un ladrón de tumbas que huye ante un fantasma.



¿Sabéis cómo detectar a los farsantes? Pedidle a un escritor que tire sus libros al fuego una noche fría de invierno. Un buen escritor los tirará todos sin dudarlo.
(Que quede claro que nos referimos a los libros propios, a los escritos por uno mismo. Tirar al fuego los libros de un compañero no tiene ningún mérito.)


Un buen escritor no se dedica a pretender decir nada nuevo, sino a intentar que se recuerde lo que no debería ser olvidado.




Fotografía de A. V. F.