domingo, 28 de junio de 2015











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La historia nos la han contado muchas veces. Y curiosamente es cierta. El emperador, el rey, está muy lejos, su ejército está muy lejos. El dinero que se le envía en impuestos no se sabe dónde acaba. La ciudad es saqueada, la gente se dispersa, los ciudadanos ya no van a la escuela, ya no necesitan saber leer y escribir, ni conocer los rudimentos del derecho romano, los jueces no viajan a provincias, las provincias se vuelven independientes, los nobles usurpan el poder que antes estaba concentrado en una sola cabeza. Ya no hay una sola ley, ya no hay un estado, es la fragmentación del todo y la autonomía de cada una de sus partes. Antes la sociedad la formaban los ciudadanos y los individuos. Ahora están ellos, la aristocracia, la élite (el rey es uno más de ellos, a veces con menos poder que sus teóricos vasallos), y el resto… Y el resto son todos, el resto es la inmensa mayoría de la población, esa inmensa mayoría que sólo tiene dos cosas que ofrecer a sus nobles, su sangre, como soldados rasos, y su trabajo, su trabajo físico, manual, no sus habilidades comerciales o intelectuales. La cultura está en los monasterios y en los palacios, el pueblo no la necesita para nada. El comercio es mínimo, porque la mayoría de la población es autosuficiente (no tiene más remedio: no tienen ningún poder adquisitivo, no pueden comprar nada), la economía básica es una economía de subsistencia. Ya nadie viaja. Ya nadie mantiene la red viaria. Antes lo hacía el estado, pero el estado ya no existe y cada noble cuida, como mucho, de su parcela. Además, a los nobles no les gusta que la gente viaje, salvo si encuentran algún beneficio en ello: cobrando peajes por pasar un puente, por entrar en una ciudad, etc, pero sobre todo con el control de los lugares de interés religioso, que son los que más beneficios reportan. Si un campesino quiere cambiar de señor lo tendrá muy difícil. Y si llegan nuevas ideas del exterior (las reformas de Cluny o del Cister, las nuevas escuelas de filosofía) estás ideas jamás llegarán al pueblo más que de un modo muy indirecto, y siempre bajo un férreo control ideológico. (...)



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(fotografía del autor)





jueves, 11 de junio de 2015




LA CITA DE HOY:



El empleo de militares por parte de gobiernos débiles como rompehuelgas y represores de disturbios no solo provocaba el resentimiento de los oficiales, al verse usados en el poco prestigioso papel de policías, sino que también exponía, a sus propios ojos, la incompetencia del gobierno civil, condición previa y necesaria a su eventual eliminación por el ejército

(El cirujano de hierro. La dictadura de Primo de Rivera, Shlomo Ben-Amí, ed. RBA)


Si tuviera que resumir la historia de España en los últimos dos siglos en unas líneas, esta cita lo explicaría todo. Y lo mismo vale para la historia de Europa. ¿Acaso no pasó lo mismo con los fascios de Mussolini, que empezaron como matones de los patronos y acabaron como los amos y señores del país? En Italia los fascistas (con el apoyo explícito del ejército), en Alemania los nazis, aquí en España recurriendo una y otra vez a los militares, ademas de los matones propios de caciques y los matones urbanos de los Sindicatos Libres, y todo eso tiene un precio... Y al final ese precio se paga con todos los atrasos pendientes....





lunes, 8 de junio de 2015









(...) No vuelve a haber más Constituciones hasta 1845. Isabel ya es reina. Estamos en la década moderada y Narváez, otro general, gobierna con el favor de la reina adolescente (nota: la reina crecerá, pero nunca dejará de sentir un gran afecto por los moderados, olvidando a todos los demás partidos, lo cual a la larga será su perdición, como no podía ser de otra manera). Narváez decide que ya es hora de acabar con la Constitución del 37, que le parece demasiado liberal. Se vuelve a incidir en la idea de la soberanía compartida entre Cortes y corona y se reduce el sufragio censitario (que ya hemos visto que era de por sí muy reducido). Además se toman otras medidas, como la ley de la administración local de ese mismo año, y todo eso hace que los liberales progresistas tengan que recurrir a la sublevación armada si quieren gobernar o influir en el Gobierno. Uno de esos pronunciamientos, el de O´Donnell en Vicálvaro de 1854, tendrá éxito (aunque al principio la cosa no está tan clara) y vendrá una corta etapa donde se intentará una nueva Constitución, la del 56, que no llegará a aprobarse. Será la primera de las constituciones «non natas» españolas. Cuando las aguas vuelvan a su cauce, Narváez, otra vez en el Gobierno (aunque turnándose con un O´Donnell reconvertido en «centrista»), continuará con la Constitución del 45, eso sí, para darle un poco de brillo y evitar que dé la impresión de vieja le añadirá un «Acta Adicional», y con eso todo arreglado. (....)




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http://www.jotdown.es/2015/06/una-constitucion-dos-constituciones-tres-constituciones/