miércoles, 28 de diciembre de 2016







El tren parece meterse en una ratonera, el barranco se estrecha repentinamente, los montes no son muy altos, pero se cierran sobre él, parece que no hay salida, y de repente el embudo da paso a una meseta llana y fácil de cruzar. Hemos subido a los ochocientos metros y durante unos kilómetros el ferrocarril no se tropieza con ningún obstáculo. Pero pasamos Muniesa y vuelven las montañas. Y pasa lo mismo, las montañas se van cerrando sobre la vía, la van arrinconando, obligan al tren a curvas cerradas, terraplenes, trincheras y cuando el túnel parece inevitable, el tren encuentra un paso oculto entre dos peñascos y llega a su punto  más alto, a más de mil cien metros. Esta vez no salimos a un nuevo altiplano, sino que bajamos velozmente a un valle estrecho y fértil, un valle de fondo plano y verde, con muchos campos de frutales y choperas junto al río. Ya casi hemos llegado a Utrillas, el pueblo que da nombre al tren. Pero no llegaremos hasta sus casas. Un corto pero infranqueable cañón nos detiene a muy pocos kilómetros de la localidad. (...)


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lunes, 26 de diciembre de 2016







El Régimen se hunde como empresa aunque se sostenga como tinglado

Dionisio Ridruejo






Se podría decir que son dos personas, padre e hijo, como le pasó a aquel funcionario de prisiones franquista, que pensaba que encarcelaba al hijo cuando estaba encarcelando al padre. Y eso hubiera sido lo normal: un padre facha y un hijo rojo, nada nuevo bajo el sol. Pero no, el Dionisio facha y el Dionisio rojo eran el mismo, el Dionisio padre y el Dionisio hijo también. Es raro, pero a veces pasa, un hombre vive varias vidas, crea varios hombres sin dejar de ser la unidad primaria. Dionisio Ridruejo no son dos personas, son tres, son incluso cuatro. Y todas vivieron vidas interesantes dentro de un mismo cuerpo.

Pero empecemos por el principio. Tomo la anécdota del funcionario de prisiones (que le dijo: “Yo fui a ver un discurso de tu padre”, sin saber que el discurso se lo había dado la misma persona que tenía delante) de un libro que encontré por casualidad en una librería de segunda mano: “Dionisio Ridruejo, poeta y político: relato de una existencia auténtica”. Es uno de esos libros que le llaman a uno la atención, porque además está editado por Caja Duero. Lo escribe Manuel Penella y sólo le encuentro una pega: dice que el Duero provocó una inundación al pasar por el Burgo de Osma y eso no es exacto, el Duero pasa a unos cuantos kilómetros de Osma, el que cruza el pueblo es su afluente Ucero. Por suerte luego lo apaña al contar la manía que le tenían los de Osma a los remolacheros de La Rasa por haberse quedado con la estación de ferrocarril, y es en esos pequeños detalles donde sé ve que el autor conoce el terreno que pisa. (...)






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